jueves, 15 de julio de 2010

La antigua fábrica de tabaco: una maravilla

         En la antigua fábrica de tabaco de Embajadores han puesto una exposición. Es de fotos. Si miráis aquí veréis que es lo de siempre, pero más: fotos e instalaciones en un popurrí donde hay de todo. Como todo el mundo sabe, la fotografía tiene un dudoso estatuto de arte; y desde hace algunos años tiene tanto interés como las videoinstalaciones: uno o ninguno. 
       
        Hasta el 22 de agosto se puede ver esta mezcla de exposición e instalación: están barridos los suelos y aparecen aquí y allá algunas cajas de cartón vacías apiladas como por azar y algunos haces de cilindros de cartón como los que se usan para llevar planos atados con cinta americana. No molesta. De vez en cuando, en algún rincón hay una "videoinstalación", es decir un proyector, a veces con sonido, en una pantalla o en la nuda pared.

         Las fotos, normalmente en formato grande, están colgadas de unas cuerdas de acero sujetas en el suelo y en el techo. Incluso hay una a modo de parodia de los anuncios de coches  -de los caros- que cuelga del techo. Hay mucha gente exponiendo sus fotos, incluso en los muros de fuera de la fábrica que dan a la glorieta y calle de Embajadores y a la calle de Miguel Servet. Según parece están agrupados los fotógrafos en "colectivos". Y parece haber alguna intención de que el espectador perciba alguna intención social o estética o las dos al unísono. No se distinguen en el batiburrillo. Es lógico: patrocina una multinacional.

       Todo es trivial hasta ahora, incluida la instalación que han hecho en el patinillo cubierto que da acceso al cuerpo del edificio: el suelo con de arena de playa (al revés que la declaración parisina; aunque no se si es irónico, hortera o solo decorativo) y con ruido en altavoces como de tormenta.

        Lo primero que se le ocurre a quien va allí es que se pueden montar exposiciones muy muy baratas si solo se trata de que se vea lo que se quiere enseñar. Ya hay en la zona algunas galerías (o simplemente tiendas de exposición y venta de "arte") que con cuatro perras montan lo justito para ofrecer cositas intersantes, como en este sitio en la calle de Torrecilla del Leal.

       Lo otro que ocurre es que te entran ganas de ver el edificio. Que es, como poco, curioso. Dejando aparte el lío que tiene el ministerio del ramo con la contrata para arreglarlo y que hay unos ocupas (pactados); se va viendo la exposición y poco a poco (o como un fogonazo) se nota lo que merece la pena: el edificio es una ruina. 

        A ver si se me entiende. No parece que haya peligro estructural. Es un edificio del XVIII, pensado  -y hecho- para que dure. Pero llevaba diez años abandonado (y más tiempo semiabandonado).  La pintura tiene desconchones y hay partes del suelo llenas de caliches. Pero no hay telarañas: se ha barrido y pasado un trapito. Y está lo que no se ve, las ventanas que dan al patio, semitapadas, los despachos todavía con muebles viejos, pero no rotos. Se ve detrás de las fotos algo que esta civilización está eliminando: la ruina. Ya no hay edificios abandonados, ni ruinas, todo se aplana o ,lo que es peor, se museiza o se convierte en un "centro de interpretación". En el valle del Tiétar había hace algunos años los restos de un castillo: semiderruido, peligroso, ruina. Hoy han hecho una restauración siguiendo la carta del Restauro. Un horror.


         Id a la antigua fábrica de tabaco de Embajadores antes de que hagan un centro cultural o un espacio polivalente o un local museizado. Y mirad las tuberías que están a la derecha,  pegadas al muro del patinillo de entrada. 
        


         PD.: Hoy jueves he vuelto a pasar delante de la fábrica de tabaco. Las fotos de los muros estaban parcialmente arrancadas, quedaban como a finales de los 70 quedaban los carteles en los muros: usados, leídos, arrancados. Más razones para ir.